Tengo la sana costumbre de desayunar en la cafetería de la Diputación, que regenta Mabel, una agradable y simpática mujer que siempre me atiende con una sonrisa.
La cafetería, impoluta, tiene un aire agradable y a ello contribuyen, sin duda alguna, los pequeños detalles que adornan el lugar, que "van a apareciendo" a lo largo de los días. Hoy puede ser un tarro de olivas, mañana una calabaza, otro día una cesta de granadas, de limones o pomelos, unas hojas de parra...
Mabel sabe su oficio y más. Y digo "y más", porque Mabel observa "distraidamente", entre café y café, a la gente que pasamos por alli y saca sus propias conclusiones.
Y así como me fijo en los detalles del día, también lo hago en cómo trata a unos y otros. Mabel tiene la frase precisa para cada situación, incluso cuando ésta no pudiera ser del todo agradable -pues como se dice "de todo habemos en la viña del Señor"-, y sabe poner en su sitio de una manera simpática a quien, por la circunstancia que sea, saca los pies del tiesto, lo que no es nada frecuente.
Mabel gusta y disfruta de su oficio, de ahí su buen estar, la atención que dispensa a los clientes, su la amabilidad con todas las personas y los pequeños y bonitos detalles con los que adorna los estantes de la cafetería, para el disfrute de quienes frecuentamos "su" cafetería.
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Pues sí, Mabel es una agradable mujer y una gran profesional
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